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Partir para contar – Día 4: (sobre)vivir en la Jungla de Calais

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Panorámica desde la entrada de la Jungla de Calais

Hemos tardado dos días en escribir porque necesitábamos tiempo para recabar algo de información. Como buena jungla, aquí cuesta por lo menos al principio saber cómo orientarse. Utilizar el término Jungla nos generaba en un principio cierta controversia. Por un lado, puede suscitar connotaciones negativas del lugar. Pero, por otro lado, hemos sabido que este es el término empleado por las personas residentes en el campo.

En la entrada de hoy queríamos hablar sobre cómo sobrevive la gente en la Jungla de Calais y hasta qué punto cubre sus necesidades básicas.

En primer lugar, comentaros que el 12 de agosto se revocó la sentencia que imponía el desmantelamiento de los restaurantes, tiendas, peluquerías, ludotecas…., creados por las personas habitantes en el campo. Estos servicios habían sido cerrados por las autoridades dos meses antes, requisándoles toda la mercancía. Detrás de esta noticia hay una idea que nos parece fundamental transmitir: las personas que viven en la Jungla no tienen un papel pasivo en su propia supervivencia. Existen distintas estructuras de autoabastecimiento y formas de ayuda mutua -hoy leíamos en una noticia que ayer varios inmigrantes llevaron al hospital a un compañero herido al intentar pasar a Gran Bretaña o hemos conocido de habitantes del campo que colaboran en cocinas comunitarias o como traductores en los puntos de primeros auxilios-.

Junto a ellas, organizaciones de muy diferente índole tratan de ayudar a abastecer sus necesidades cotidianas. Todas las que hemos conocido hasta el momento lo hacen con aportaciones monetarias y materiales de particulares y en base al trabajo de cientos de personas voluntarias. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el alcance de las iniciativas es limitado. Entre todas las cocinas de Calais, se contabilizan 4.000 comidas calientes al día para aproximadamente 9.000 habitantes. Además, se distribuyen lotes semanales de productos no perecederos. Las condiciones de vivienda también son un tendón de Aquiles. Se estima que unas 50 personas nuevas al día acceden cada día al campo.

Pero, es difícil seguir explicando este tema sin mencionar el papel del Estado. Este puede resumirse, según palabras de diferentes activistas, con la siguiente frase: “Europa sólo aporta vallas y policías”.

Enlazando con la noticia con la que iniciábamos la entrada, entendemos importante advertir cómo las acciones represivas están afectando negativamente en las condiciones de vida de las personas del campo. Ahondemos algo más. Hoy una de las médicas que colabora con un punto de primeros auxilios del campo nos contaba que una gran parte de los problemas de salud que atendían eran derivados de la violencia policial, de las lesiones sufridas al tratar de pasar el Eurotúnel y de las condiciones de hacinamiento.

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Mapa del asentamiento de la Jungla de Calais

Gente que ha venido en varias ocasiones a la Jungla de Calais comenta cómo ha visto desparecer los caminos bajo nuevas tiendas de campaña. Un voluntario de l’Auberge nos cuenta sorprendido que en las tiendas que antes vivían 4 personas, ahora malviven 11: “Según ellos, duermen como pueden y en cuanto es de día buscan algún sitio donde estar”. Éste es un papel no menospreciable de los diferentes espacios sociales, incluidos los restaurantes: son lugares de estar. donde se reúnen, cargan los móviles o ven la televisión.

Detrás de este hacinamiento se encuentra la presión ejercida sobre otros campos, que ha llevado a la gente a desplazarse a la Jungla, así como la restricción de nuevas construcciones, muchas de ellas destinadas simplemente a sustituir a otras en mal estado y el desmantelamiento de la parte Sur del propio campo a principios de año que supuso que 3500 personas se quedasen sin techo (el Estado francés ofreció reubicación a 1500 personas bajo la condición de entregar sus datos biométricos).

Para terminar os dejamos esta reflexión de una de las responsables de Help Refugees UK. La Jungla de Calais es un espacio que no debería haber existido nunca, donde las personas han sido abandonadas a su suerte. En este sitio deshumanizado desde los Estados, son las personas refugiadas, las voluntarias presenciales y las personas que colaboran desde distintas partes del mundo las que están dando dignidad a la vida en el campo.